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Mantis Religiosa: El Profeta de la Paz

  • Writer: Fabe
    Fabe
  • Oct 14
  • 4 min read

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Aquel que enseña el poder del silencio y el tiempo sagrado de la acción


La primera vez que me encontré con una mantis religiosa, que yo recuerde, fue en un momento bastante inusual, durante una ceremonia con la medicina de la selva, la Ayahuasca.Era un ritual del Sol, celebrado durante el día, cuando ella vino y se posó sobre mí — no recuerdo si fue sobre mis piernas o mi abdomen — y allí permaneció, mirándome fijamente durante un largo tiempo.


Al principio confieso que sentí cierta incomodidad, temiendo que pudiera saltar sobre mí o atacarme de repente. En una ceremonia, la percepción se amplía, y a veces sentimos que todo a nuestro alrededor nos observa. Tuve la impresión de que aquel momento estaba siendo presenciado por todos, y una sensación de desconcierto me envolvió — como si estuviera frente a una verdad profunda, invitada a mantener la serenidad ante ella.


Parecía una prueba: permanecer tranquila, sin miedo a lo desconocido.¿Cómo un ser tan pequeño podía despertar una sensación tan grande de respeto e inquietud?Solo hoy, siete años después de aquel encuentro, comprendo el verdadero significado de esa experiencia. La mantis me mostraba un rostro oculto de mí misma — una máscara que hasta entonces no había reconocido. Su mirada atravesaba cualquier filtro o defensa que yo hubiera creado. Era una mirada compasiva y, al mismo tiempo, penetrante. No veía solo la forma, sino la esencia.


Aquella presencia silenciosa y serena me observaba con la calma de quien ya ha comprendido la vida. Era como si me mirara desde un estado de gracia y ligereza, invitándome a recordar algo que había olvidado — la confianza en la vida, la entrega al flujo natural de las cosas, la paz de simplemente ser.



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Poco a poco, aquella presencia suave me tranquilizó, diciéndome sin palabras: “Simplemente contempla.” Pronto comprendí que no estaba allí por casualidad. Su mirada transmitía un mensaje: confía, permanece en paz, entrégate al momento.


Años después, el encuentro se repitió aquí, en la finca, en momentos igualmente raros y especiales.Su presencia irradiaba una serenidad profunda, una dulzura firme que emanaba valentía y amor. Al cruzar nuevamente mi mirada, me condujo a un estado de quietud interior tan profundo, que sentí como si pudiera tocar el silencio entre las notas del universo.


Era una paz tan pura que me recordó al Samadhi — el estado de unión divina.La mantis me enseñó sin palabras. Me inspiró a simplemente estar, confiar y entregarme. A percibir que hay una música sagrada en el silencio, y que la verdadera oración es el estado de presencia amorosa — lo que llamo el “estado de gracia con todo lo que existe.” La mantis religiosa lleva en su forma y en sus gestos una sabiduría ancestral. Su postura, que recuerda la oración, expresa la comunión entre el mundo físico y el espiritual — un estado de atención plena y devoción silenciosa.Es la guardiana de la quietud y la maestra del momento justo — aquella que enseña a actuar solo cuando la acción nace de la conciencia, y no del impulso. Como arquetipo y animal de poder, la mantis representa la escucha profunda, la visión aguda y el equilibrio entre el movimiento y la inmovilidad. No desperdicia energía: observa pacientemente hasta que el momento oportuno se revela. Es el símbolo de la meditación viva — el ser que habita el instante presente con total entrega y presencia divina.



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Su medicina es la de la paciencia y la claridad interior. Nos invita a silenciar el ruido mental para escuchar el susurro del alma. Así como permanece inmóvil por largos períodos antes de actuar con precisión, nos enseña que la sabiduría no está en la prisa, sino en la sintonía con el flujo natural de la existencia.


En el chamanismo, la mantis religiosa es vista como el Profeta de la Paz — mensajera de la armonía y el equilibrio entre los mundos. Revela el poder del silencio y del recogimiento como instrumentos de curación y transformación. Al conectarnos con su energía, accedemos a un estado de lucidez serena, en el cual cada acción se convierte en una oración, y todo movimiento nace de la quietud interior.


Su presencia también nos recuerda que el verdadero poder no es fuerza bruta, sino dominio de uno mismo.La mantis actúa sin violencia, pero con firmeza; se mueve con ligereza, pero con propósito.Encarna la unión entre la fuerza y la gracia, lo masculino y lo femenino, la acción y la contemplación.


Encontrarse con una mantis religiosa, especialmente en momentos de introspección o ceremonia, es una señal de alineación espiritual.Aparece para recordarnos que el universo habla a través del silencio, y que el alma florece en la calma.Su mirada fija nos atraviesa como un espejo, invitándonos a sumergirnos en el templo interior — donde habitan la presencia y la verdad.


En su danza serena y su mirada atenta, la mantis revela el misterio de la acción consciente — el momento justo para moverse y el instante divino para permanecer inmóvil.Es la oración viva que se manifiesta en forma, el canal entre el Cielo y la Tierra, entre el sonido y el silencio.


Su medicina nos conduce a la paz interior y a la reconexión con la esencia.Nos enseña que la serenidad es fuerza, la entrega es poder, y el silencio es la morada de la sabiduría divina.La mantis religiosa es, en verdad, el Profeta de la Paz — aquel que nos guía de regreso al centro del corazón, donde habita el silencio creador.






 
 
 
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