Lección 194 - Entrego el Futuro
- Cosmic Dimension
- 18 jul
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 27 jul
"Entrego el Futuro en las Manos de Dios"
Entregar el futuro a Dios es un salto espiritual inmenso. Al confiar plenamente en Él, nos acercamos a la liberación total del ego y de la ilusión. Ya no necesitamos caminar solos ni adivinar el camino. Estamos llegando a los “jardines del Cielo”, un estado de profunda paz interior. Esta estrofa evoca la imagen de un viaje que se acerca a su fin, marcado por la ligereza y la esperanza.
Aceptar esta lección no es algo pequeño. Disuelve el miedo, la culpa, la tristeza, el pecado y el sufrimiento. Esta entrega no solo nos sana a nosotros, sino también al mundo, liberando a todos de las cadenas internas que generan sufrimiento. Cuando nos liberamos, compartimos esa libertad con todo lo que nos rodea. La salvación ya no es individual: se extiende como una bendición.
Entregar el tiempo a Dios elimina el dolor del corazón humano. Cuando la mente se ancla en el presente confiando en el amor divino, ya no está dominada por emociones sombrías. La muerte, el sufrimiento y la tristeza pierden su poder.
Cada momento entregado se vuelve una oportunidad de paz y renacimiento interior.

Para Dios, pasado, presente y futuro son uno solo. Pero como aún percibimos el tiempo de forma lineal, Él solo nos pide que soltemos el futuro. Eso ya basta para disolver el miedo y sanar las memorias del pasado. Al confiar en lo que vendrá, sanamos lo que fue.
Al liberar el futuro, rescatamos el presente como un instante santo. El tiempo — antes visto como un verdugo — se vuelve neutro e incluso sagrado. La luz que antes estaba escondida dentro de nosotros ahora puede emerger y bendecir al mundo. Nuestra libertad personal se convierte en sanación universal. Si comprendemos el verdadero poder de esta lección, nos dedicaremos a ella con constancia. La entrega se convierte en un hábito, una nueva forma de responder al miedo, al error y al conflicto. Así, la salvación se convierte en una lente permanente. Vemos el mundo con ojos sanados, y este se transforma con nuestra mirada.
Quien realmente confía en Dios ya no vive con miedo. El dolor, la pérdida y el sufrimiento ya no lo dominan.
Incluso si se equivoca, sabe que puede elegir de nuevo. La confianza se convierte en un refugio seguro donde siempre se puede empezar de nuevo. Al entregar el futuro, pedimos que la memoria de Dios regrese a nuestra conciencia. Cambiamos pensamientos de miedo y culpa por la verdad del amor. Y al sanarnos, el mundo se sana con nosotros. La paz interior y la paz colectiva se entrelazan.
En este estado de entrega, descansamos con seguridad. Incluso si olvidamos o nos equivocamos, el Amor nos corregirá con gentileza. El mundo deja de ser una amenaza. Se convierte en nuestro amigo, porque dejamos de atacarlo. La salvación es segura y el amor está garantizado.
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